Han transcurrido alrededor de tres décadas desde la aparición en Europa de las primeras gramáticas descriptivas no-normativas concebidas no como obras de un solo gramático sino como resultado de un trabajo conjunto de muchos autores, de equipo, con directrices comunes, bajo la dirección de una o varias personas responsables y con un plan previo aceptado por todos. Denominaré “macrogramáticas” a las gramáticas así planeadas y ejecutadas, aunque la dimensión, estructura y objetivos de estas obras colectivas, como es natural, no sean siempre iguales. Tres décadas dan quizá perspectiva suficiente para analizar la necesidad de estos tratados, sus ejes, sus limitaciones y su virtualidad. Sin ninguna pretensión apodíctica o didáctica, en este texto quiero hacer algunas consideraciones, primero (sección 2), sobre el lugar y la naturaleza de la propia noción de gramática en el momento actual de la teoría lingüística, repasaré luego (sección 3), la saga de las macrogramáticas europeas y me referiré, en la cuarta y última sección, a la cuestión de la relación entre teoría y datos, entre datos de intuición y datos de corpus, y entre (supuesta) descripción neutral frente al papel de las hipótesis implícitas y/o a la carta... en las macrogramáticas colectivas. Mi experiencia de hace ya varios años como co-directora, con Ignacio Bosque, de la Gramática descriptiva de la lengua española [GDLE] está sin duda en el sustrato de estas páginas, pero querría situarme en una perspectiva más general y personal.